domingo, 8 de noviembre de 2009

Ritual sensual y milenario

Gastronomía
Epicuro |bernardf@telconet.net

Mucho tiene que ver con el amor. Parece que aquellas propiedades afrodisiacas llegan de la costa norte de Perú. Una receta de allá invita a los novios a saborear en su primer encuentro nupcial tajadas de aquella fruta bañadas en leche condensada con algo de canela. La receta especifica que los amantes han de estar desnudos, deben mirarse intensamente a los ojos mientras van degustando la fruta, lo que puede servir de preludio a la gastronomía corporal.

En la India cultivan el mango desde hace más de cuatro mil años, existen como más de mil variedades. El árbol tiene virtudes mágicas, se usa su madera para preparar las piras donde queman a los muertos, los enamorados pronuncian su primer juramento a la sombra del árbol, hasta existen días especiales en que la gente se lava los dientes con hojas de mango. 

Si nace un niño, se adorna la puerta de la casa con hojas de mango. Dicen que Buda encontró la inspiración en un huerto donde crecían aquellas delicias. 

En Ecuador es común que una jovencita hablando de un galán muy apuesto le preste el nombre de aquella jugosa fruta cuyo único defecto es tener la pulpa tan adherida a la pepa o hueso que resulta muy difícil comerla: se enquista entre los dientes y no queda más remedio que chuparla. 

Tanto el color encendido como el gusto intensísimo vuelven ideal para el chef su uso gastronómico. Epicuro prepara casualmente un postre cuyos ingredientes son galletas, leche evaporada, leche condensada. Leches y mangos van en la licuadora, luego se untan en capas alternadas de galletas dentro de un molde. Se corona con crema batida más una rodaja de la fruta.

Los musulmanes tenían una bebida de mango cuya preparación necesitaba la mitad de un año. Supongo que obtenían una especie de chicha. En Ecuador es agradable untar mermelada en tostadas a la hora del desayuno, usarla como acompañamiento para un buen queso de cabra como el Tannenwald hecho en Quito. Se lleva con un Chardonnay aromático, un vino de cosecha tardía para los románticos, para los sibaritas un Sirah joven de color violeta, un Carmenere profundo, el inefable blush de blancs de noirs (Humberto Canale de Patagonia elabora este vino rosado encendido con uvas negras): tiene toques de cereza almibarada, color intenso se bebe sumamente frío (5 grados).


El mango jugoso de pulpa anaranjada tan olorosa llegó a América del Sur en el siglo XVI. El restaurante Riviera hacía los mejores helados de la ciudad con esta fruta, pero se interrumpió la producción. 

Apreciarán la textura del mango, el aguacate, el kiwi, el mamey, porque cantan a la vez colores, aromas, sabor: suavidad incomparable que se derrite. Ciencia sensual de la vida cotidiana, aplicación de la inteligencia al placer, despertar de los cinco sentidos, la gastronomía es poesía del paladar. Lo dijo Edmond Rostand: “Tu voz es un bombón que se chupa con el oído”. Coman una tajada de mango con su pareja hasta que tan solo quede el beso al desaparecer el mango. Después de todo estarán perennizando una tradición que tiene cuatro mil años.


Texto tomado de: La Revista

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